18 marzo 2024

La bacteria

 He estado malita. 
Francamente, muy malita.
Me lo he buscado sola, la verdad.
Empecé este verano con dolor de estómago intermitente. Luego era permanente. Luego tuve que empezar a dormir sentada. Luego empezó el dolor en el pecho, como si me lo atravesaran con una lanza.
Luego empezaron los ataques en los que parecía que alguien me cogía el corazón y lo apretara como una pelota antiestrés.
-Esto va a ser una bacteria -me dijo el médico.
Pues menudos brazacos debe tener, pensé. 
Luego, en vísperas de navidad, la niña se hizo un esguince. En algún momento de las cinco horas que estuvo esperando en urgencias porque tenemos libertad, pero no pediatras, se trajo a casa una gripe, covid, ébola, yo qué sé. Ni siquiera nos hicimos la prueba: nos encerramos en casa y ya está.
Debió ser más o menos por entonces cuando cogí la costumbre de dejar de respirar. Por las risas.
Estaba tan bien y de pronto -zas- la supuesta bacteria con brazacos me cerraba la laringe y a tomar viento.
Pero yo a lo mío porque no me parecía para tanto.
Quizá esto os sorprenda, pero fingir que un problema de salud no existe, por lo que sea, no lo hace desaparecer.
Mi sistema habitual de huida hacia adelante (¡montemos un verkami! ¡montemos una Tacitacom! ¡montemos otro verkami! ¡creo que voy a coger un segundo trabajo! ¡montemos una Tietera!, no fue suficiente.
Y las preocupaciones, que las tengo muchas y muy variadas, me dieron la puntilla definitiva.
El caso es que acabé en el hospital.
No tengo un recuerdo muy claro de todo el proceso, aparte de que el café estaba extrañamente bueno, de que alguien me ayudó a darme una ducha con una esponja autojabonosa, de que alguna enfermera me dio de extranjis una manta extra porque tenía frío y al parecer "solo tenía derecho a una" y de que llevaba un aparato en el dedo con un cable que no estaba enchufado a ninguna parte, que acabé quitándome y nadie echó de menos. 
Lo que sí recuerdo es que mientras estaba en boxes había un tío al fondo, fuera de mi vista, que no paraba de gritar que se quería ir a casa.
-¡Me quiero ir a mi casa! ¡Yo me voy! ¡Me quiero ir a mi casa! 
A mí me dolía la cabeza como si me fuera a explotar y le hubiera dado mi bendición para que se largara con mucho gusto, pero las enfermeras tenían sus propias opiniones y le iban explicando con mucha paciencia que no podía irse todavía.
Llevaban así un par de horas cuando vi pasar por mi lado a un tío con chándal, que iba hacia la salida con mucha decisión.
-¿A dónde vas? -le preguntó una enfermera.
-A mi casa. He dicho que me voy y me voy.
-No puedes irte a casa -la enfermera del pasillo miró a la enfermera del mostrador y yo no sé si apretó un botón o qué pero empezaron a aparecer seguratas de la nada.
De la nada.
Porque dinero para médicos no hay porque tenemos libertad, pero dinero para concesiones privadas hay todo el que quieras.
El paciente a la fuga y los seguratas empezaron un rifirrafe que acabó con el paciente en el suelo y tres seguratas apilados encima como en el Twister.
-¿Por qué me hacéis estooooo? -preguntaba el paciente.
-Porque has dicho que te quieres ir.
-¡Pero se lo he dicho a las enfermeraaas, no a vosotroooos!
Que ahí le doy la razón a él, por qué se meten si no es asunto suyo, vamos a ver. 
En ese momento los seguratas se dieron cuenta de que a lo mejor estaban dando una imagen un tanto negativa. Con la buena imagen que tienen los seguratas de toda la vida.
Entonces empezaron a gritar:
-¡LOS BIOMBOOOOS! ¡PONED LOS BIOMBOOOOOOS! ¡QUE NO SE LE VEAAAA!
Que era un poco: verse no sé, pero oírse se ha oído ya hasta en el Zendal, y mira que está lejos porque la libertad es así, para que el que tenga coche de empresa con chófer.
Las enfermeras rodearon la torre de seguratas con cuatro biombos que cogieron de donde primero pillaron, esto es: de las separaciones de boxes. Ahora ya no veíamos al señor que se quería ir pero veíamos más de lo que hubiéramos deseado de los demás. 
Que los camisones de los hospitales tienen muy mala baba.
En medio de aquel desaguisado, apareció mi médico.
-¿Qué tal? -preguntó.
-Estupefacta.
-¿Quieres irte a casa?
-¡NONONONONO! -contesté.
Que ya he visto lo que pasa. 


 - - - - - - - - - - - - - - - - - 
Es romántico, tierno y agridulce, un recuerdo de un Madrid que ya no existe.












 


12 febrero 2024

Las rotondas

 El día 13,  que será martes, hará un año que me saqué el carnet de conducir en circunstancias poco favorables y ya por fin puedo quitar la L. 
Más o menos, porque no la tengo puesta. En el último viaje condujo todo el rato ZaraJota, y ZaraJota quitó la L y la dejó de cualquier modo en el maletero, para cogerla si hacía falta, pero luego paramos a desayunar y abrimos el maletero para sacar los abrigos y justo en ese momento se nos paró al lado un coche de la guardia civil y pensé: estos se van a pensar que estamos conduciendo sin la L, lo que era rigurosamente cierto porque el que conducía ZaraJota y tiene más de veinticinco años de carnet, pero yo entré en pánico de todas maneras y cogí la L y la tiré al fondo del maletero, que estaba a tope de cajas, y se cayó entre dos cajas y desde entonces no la hemos vuelto a ver, lo que de facto me ha impedido conducir durante la última semana pero me ha permitido subir de nivel en Duolingo, que el catalán no se hace solo, hay que hacerlo.
Esta terrible circunstancia me ha impedido cumplir mi sueño de quemar la L en una pira. Bueno, eso y que ZaraJota me dice ni se me ocurra. No sé qué de que el humo puede ser tóxico. Cosas suyas.
En este año de carnet he cogido el coche muy poquito por una sencilla razón: en el autobús me dejan ir mirando el móvil pero mientras conduzco por lo que sea está mal visto. Y yo le tengo mucho aprecio a mi móvil. 
Las pocas veces que he conducido he llegado a una sencilla conclusión y es que los madrileños conducen como el culo. Como el puto culo. Y encima, son unos maleducados.
O sea, yo no puedo reiniciar la marcha hasta que el  semáforo esté en verde. A mí me da igual que tú pases todos los días por ahí y sepas exactamente cuánto dura el semáforo y arranques medio nanosegundo antes de que se ponga en verde: yo lo tengo que ver en verde. 
Luego está lo de pitar. La obsesión de los conductores madrileños por tocar el pito es, como mínimo, psicoanalizable. Yo tengo mis teorías al respecto. Por si os lo estáis preguntando, todas ellas tienen que ver con pollas. Con pollas pequeñas, en concreto. Y de poco aguante.
Otra cosa que me tiene fascinada es el complejo de invisibilidad. Señor, si usted me está viendo a mí (por ejemplo, si usted ve que soy una mujer y que llevo una L, lo que claramente justifica que usted me grite o me pite por cualquier motivo real o imaginario), es de suponer que yo también estoy viendo COMO SE METE EL PUTO DEDO EN LA NARIZ, DE VERDAD, LA VISIBILIDAD FUNCIONA HACIA LOS DOS LADOS, POR FAVOR. 
Que no sé cómo pretenden algunos que estemos pendientes de que el semáforo se ponga en verde, si a veces estamos absolutamente fascinadas con las exploraciones nasales de los señores de alrededor. O cosas peores.
Pero lo que me tiene absolutamente perpleja es el tema de las rotondas. 
ROTONDAS. 
Que se llaman así porque tienen forma circular. Y se hacen en forma circular, siguiendo las líneas del suelo, pin, pin, pin...
Salvo en Madrid.
En Madrid, las rotondas se hacen en forma de hashtag: SE CRUZAN EN LÍNEA RECTA Y A TOMAR POR CULO. NI PREFERENCIAS NI HOSTIAS, TODO DERECHO Y TONTO EL ÚLTIMO.

Glorieta en Madrid, dramatización.


Por motivos desconocidos, me dan pánico las rotondas y las glorietas. Sobre todo, la de plaza Elíptica, que no es que quiera yo acusar a nadie de machista ni nada, pero cuando voy yo con la L me empiezan a pitar nada más entrar, mientras que cuando va ZaraJota, haciendo lo mismo, no le chista nadie. Pero es que además vienen coches por todas partes, en línea recta, pasando de las marcas viales, de los semáforos y de la madre que los parió, a toda velocidad, por la izquierda, por la derecha y por la otra derecha, la de verdad. 
Yo he intentado superar ese miedo a que la gente sea gilipollas a las rotondas e intento coger el coche aunque haya que pasar por plaza Elíptica, pero algunos días es como: mira, no puedo. Si hay que pasar por plaza Elíptica me voy en autobús.
Así fue como un día le dije a ZaraJota que condujera él, que se me iba a pasar la racha de Duolingo no me veía capaz de pasar por plaza Elíptica. Quitamos la L, la metimos en el maletero, ZaraJota se puso al volante y bueno, una cosa llevó a la otra, lo típico que pasa, y se empotró de culo contra un coche que había aparcado. 
-Yo no he sido -dije, por si acaso. 
-Pero cómo vas a ser tú si voy conduciendo yo. 
-Bueno, yo qué sé. 
ZaraJota se quedó en el coche buscando los partes porque es un antiguo y todavía no se ha enterado de que ahora se hacen online. Mientras, yo salí para dejar un papelito en el otro coche con nuestro teléfono o lo que fuera. La cosa no había sido muy grave, y nosotros solo teníamos roto el cristal del faro. 
Mientras ZaraJota seguía buscando el parte, me acordé de que llevábamos un rollo de precinto transparente en el maletero y pensé: pues voy a ponerle un poco al faro antes de que esto vaya a más. 
Abrí el maletero, cogí el precinto, se cayó la puñetera L que habíamos dejado en el maletero Dios sabe cuándo, la dejé en el maletero, se volvió a caer, la volví a recoger y me la puse bajo el brazo como un barra de pan, cogí el precinto y cuando estaba a punto de reiniciar la reconstrucción del faro, apareció el propietario del coche y me dijo:
-¿Has sido tú la que me ha dado?
Pues a ver ahora cómo le digo yo que no.


- - - - - - - - - - - - - - - - - 








15 enero 2024

El crecimiento



Todo empezó el 23 de diciembre, cuando Nena-chan decidió engordar. 
Todos engordamos en navidad, así que de entrada no le dimos mucha importancia. El problema es que Nena-chan decidió engordar solo en el tobillo. En uno. Que se le pudo como el de un elefante. 
Aquí no somos de juzgar y menos a los elefantes, lo que pasa es que la niña se empezó a quejar de que le dolía, le dolía, le dolía, una cosa lleva a la otra y finalmente acabamos en urgencias. Un 23 de diciembre a las siete de la tarde. 
La sala de espera de pediatría del 12 de octubre era un zulo que estaba hasta arriba con niños sufriendo de afecciones respiratorias y virus varios y como la responsabilidad individual es muy importante no llevaba mascarilla ni uno, aunque la verdad es que con la concentración de miasmas que había allí más que mascarillas habría hecho falta una escafandra.
Cinco horas de experiencia inmersiva más tarde, Nena-chan volvió a casa con el tobillo igual, el diagnóstico "pues ni idea, estará creciendo" y la instrucción de tomar ibuprofeno si le dolía.
Y virus, muchos virus. 
En menos de 24 horas el tobillo de la niña pasó a un segundo plano porque estaba a 39º y no bajaba de ahí ni pidiéndoselo por favor.
Así que hice lo más lógico:
-Esta noche duermes conmigo.
-¿Porque quieres cuidarme toda la noche?
-...sí.
-Es porque estamos bajo cero y doy calor, ¿verdad?
-¡No puedes demostrarlo!
Efectivamente, dormir con la niña me hizo entrar en calor. 
Concretamente, a 39º, durante los tres o cuatro días siguientes.
Para entonces la niña se había recuperado, así que ZaraJota le dijo que era el momento de que se volviera a su cama y él recupera su sitio en el lecho matrimonial.
-¿Para cuidarme? -le pregunté.
-...
-Es por el frío, ¿verdad?
-¡No puedes culparme por hacer lo mismo que tú!
Así que pasamos aquella noche juntos. Lo que sucedió a continuación os sorprenderá. 
Pasada la navidad estábamos todos en un estado lamentable. Bueno, todos no, que Nene-kun es de otra pasta. Entonces llamó mi suegra. O mi cuñada. O mi abuela. Yo qué sé, estaba muy mala. 
-¿Cómo estáis?
-Maaaaaaaaaaal.
-¿Qué os ha pasado?
-Nada, que Nena-chan está creciendo.




- - - - - - - - - - - -
Todavía quedan plazas para participar como expositor en La Tietera. 
Escríbenos a hola@foscanetworks.net








01 enero 2024

2024

 No me puedo creer que sea 2024. 
¿Cómo ha ocurrido esto? Parece que fue ayer cuando estábamos preocupados por el efecto 2000.
Y con razón, lo que pasa es que el "efecto 2000" no fue exactamente el que esperábamos.
Menudo siglito llevamos...
Por supuesto que han pasado cosas buenas y ha habido momentos felices. O sea, me he casado y he tenido dos hijos en este siglo, así como para empezar a contar. Pero, a vista de pájaro, la sensación es de que todo a ido a peor; a veces muy despacio, como la tortuga que se cuece a fuego lento sin notarlo. Otras, muy rápido, de un día para otro. Un día sales de paseo y al siguiente estás confinado. Un día tienes trabajo y al siguiente no. Un día crees que tu tía se está dejando llevar por la hipocondría y al siguiente... no.
Sea como fuere, parece que cada año ha sido, simplemente, un poquito peor que el anterior.
Y sin embargo...
En 1984 empecé el colegio.
En 1994 empecé el instituto y conocí a una persona maravillosa que sigue en mi vida.
En 2004 acabé (supuestamente) de estudiar y empezó mi vida (supuestamente) adulta.
2014 fue mi primer año como editora.
Los años acabados en 4 han sido de grandes cambios para mí. Casi siempre a mejor; siempre emocionantes. Y encima, este año cumplo 44. 
Este año va a ir bien. Le obligaré si es necesario, a pura fuerza de voluntad.
Empezando por aquí.





18 diciembre 2023

La operación

Lo de tener la familia lejos es un poco complicado.
Dificulta muchas cosas, como la comunicación.
Otra cosa que dificulta mucho la comunicación es la comunicación. Sobre todo, a través de los grupos de WhatsApp. Porque estamos como en media docena en los que coincidimos con este, pero no con aquel, y contamos esto, pero no aquello... en fin, seguro que os hacéis a la idea. 
El caso es que a veces mis cuñadas empiezan a contarse algo en persona, o en otro grupo en el que no estoy, y luego continúan en el que estamos las tres, o no, y normalmente yo me espero un rato y tarde o temprano me acabo enterando.
O no.
Como el día que operaron a una de mis sobrinas, y no me enteré hasta que me llegó un mensaje de "ya está la niña en quirófano". 
-Oye, ZaraJota, ¿tú sabías que operaban a tu sobrina?
-Primera noticia -y siguió a lo suyo, más feliz que una perdiz.
Así que yo opté por un escueto "¿Y cómo está?", que es una cosa que no puede fallar nunca.
"Como la sirenita", contestó.
Yo me quedé a cuadros. ¿Cómo la sirenita? ¿Qué significa eso? Solo había una explicación posible.
-Creo que a tu sobrina le han cortado las piernas -vale, quizá no era la explicación más probable, pero a dramatismo no me gana nadie.
-¿Cómo le van a cortar las piernas? -respondió ZaraJota.
"Han tardado un rato porque las tenía más grandes de lo que esperaban", añadió mi cuñada.
-¿Ves? Esto lo confirma.
-¿CÓMO VA A CONFIRMAR ESTO NADA?
-porque tu sobrina siempre a tenido buenas piernas, me da una envidia...
-PERO QUÉ TENDRÁ QUE VER ESO CON NADA.
-Y YO QUÉ SÉ. 
-PUES PREGÚNTALE A SU MADRE.
Pero claro, cómo iba yo a preguntarle a su madre cuando llevaba toda la mañana diciéndole cosas al azar como "Pobrecita", "Espero que se recupere pronto" o "¿Qué vais a hacer con todos sus zapatos?", que se iba a dar cuenta de que le estaba siguiendo la corriente como a los locos. Mucho mejor dónde va a parar seguir preguntando cosas al azar como "¿Cuándo le dan el alta o, en su caso, la baja, jojojojojo?". Pero mi cuñada no soltaba prenda. Qué tía. A esta la tortura la KGB y en vez de sacarle información le acaban dando su número pin. 
No había manera. 
Hasta que al final mi cuñada dice: "Ahora solo puede beber líquidos y comer purés".
-A ver si no van a ser las piernas, ZaraJota, que mira que tú eres muy de irte siempre a lo dramático y lo mismo a la chiquilla le han quitado un uñero nada más, no nos volvamos locos. 
Mi cuñada debió verme escribiendo-borrando-escribiendo-borrando y como ya nos conocemos porque al final son muchos años debió atar cabos.
"Le han operado de las amígalas", dijo. 
-...
"Y no puede hablar"
-...
"Como la Sirenita"
Visto así tiene un poco más de sentido, sí.  


- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 
Micro y autoeditados, fanzineros, artesanos y creadores en general: todavía está abierto el plazo para participar como expositor en La Tietera.



04 diciembre 2023

Wiii

 


Hace unos días estuve en Barcelona.
No importa cuándo leas esto, siempre estuve en Barcelona hace unos días. Últimamente paso tanto tiempo allí que estoy pensando en mudarme, lo que pasa es que claro, el agua en Madrid es como sus fachas: inigualable. 
El problema de Barcelona es que vas y luego tienes que volver.
La estación de Sants es una cosa que en sí misma podría justificar un 155 y hasta un 156. No hay sitio para los trenes, así que el embarque se demora hasta el último minuto, lo que provoca que tampoco haya sitio para los pasajeros. Que la zona de larga distancia sea un corralito de cristal pegado a una pared de cristal no ayuda, sobre todo en verano. La gente, siendo gente, tampoco ayuda demasiado. 
Y los baños. LOS BAÑOS.
Y esas escaleras estrechísimas. Y esos ascensores. Es un todo.
Así que os podéis imaginar mi reacción cuando por fin llegue a mi asiento y resultó que no estaba fijo en el suelo.
-Jijijijijiji...
Me explico. Como es sabido, los trenes tienen dos cabezas, una a cada lado. Es como si fuera una serpiente que va por el bosque buscando una parte de su cola, pero en vez de su cola encuentra otra cabeza. De esta forma pueden llegar a una estación en una dirección (con la cara A, digamos), y volver en otra (con la cara B). Para que los pasajeros no vayan de espaldas, los asientos giran sobre sí mismos (los antiguos simplemente movían el respaldo, era una maravilla de diseño eso). Salvo en compañías como Iryo, donde ponen la mitad de los asientos en un sentido y la mitad en otro, y tienes un 50% de posibilidades de ir de espaldas durante tres horas, nueva de cada diez fisioterapeutas lo recomiendan.
El caso es que me asiento estaba en la dirección correcta, o sea, palante, pero no estaba fijo. 
Y giraba.
Vaya si giraba. 
Como las tazas locas.
Así que yo hice lo que cualquier adulto responsable haría:
-¡Wiiiiiiii!
Sé lo que estáis pensando: Jaja, qué exagerada eres.
Pues por eso hice un vídeo.

(De hecho, varios, pero este es el único en el que no se le ve la cara a los otros pasajeros)
Estaba ahí, grabando vídeos y haciendo wiiiii cuando llegó la persona que tenía que ocupar el asiento de al lado. 
Ahora que lo pienso, quizá llegó antes, porque se ve su abrigo en el vídeo, pero yo estaba muy concentrada haciendo wiiii. 
Y esa persona dijo, y de verdad que no me lo invento:
-¿Qué fantasía es esta?
-El asiento está suelto y gira.
-¿Y qué hacemos?
-Pues de momento grabar un vídeo, que se lo he contado a mi familia y no se lo creen.
-¿Quieres que te lo grabe yo para que salgas mejor?
En ese momento pensé que esa persona era mi alma gemela, de verdad os lo digo. Una pena que yo sea una mujer casada y decente y que estuviera muy ocupada haciendo wiiii con el asiento.
-No, gracias, ya está. Ahora cuando termine de colocarse la gente aviso a una azafata y que lo arregle.
-¿Seguro? Mira que esto parece divertido.
-Sí, es que quiero cenar.
Que a lo mejor cenar en un asiento rotatorio en un tren que alcanza los trescientos kilómetros hora no es es la mejor de la ideas, no sé. 
-Vale, vale. 
Mi compañero de asiento se quitó educadamente de en medio, supongo que para dejarme hacer wiiii a gusto, cosa que le agradezco enormemente porque sus piernas habrían hecho de tope con el asiento de delante y no habría girado con tanta alegría.
En esas estaba cuándo apareció la azafata.
-A ver, ¿qué asiento está suelto? 
Entonces fue cuando me di cuenta de que los asientos de al lado también giraban, y que uno de los pasajeros se nos había adelantado avisando a la azafata.
-¿Los vuestros también están sueltos?
-Sí -me dijo el pasajero.
-¿Y NO HABÉIS HECHO WIII?
La gente es que nunca deja de sorprenderme.

- - - - - - - - - - - - - - - - -
Estoy de campaña para sacar un nuevo libro. Apuntaos, que luego será tarde. Señora. Demasiado tarde. Señora. 




20 noviembre 2023

La aplicación


 

-Hola, le llamamos de la entidad que gestionó su hipoteca, le llamamos porque hemos notado que últimamente le ha subido mucho.
-Sí, nosotros también lo hemos notado, sí.
-Estamos llamando a todos nuestros clientes para hacerles una propuesta que podría mejorar su situación. 
-Pues ya me dirá.
-No, no, tienen que venir a la oficina.
Y así fue como acabamos en la oficina. Pero no en la de nuestro banco, sino de otro.
Eso ya nos tenía que haber dado una pista, pero no nos la dio porque estábamos en shock por haber tenido que ponernos pantalones para salir a la calle. Que llevamos casi cuatro años teletrabajando, por favor, un poco de consideración.
-Bueno, es que nosotros no somos su banco, somos la entidad que gestionó el préstamo para su banco -nos explicó la Entidad Humana que tuvo a bien atendernos tan solo media hora después de la hora a la que nos había citado.
-Ah, claro, lo normal del capitalismo.
-Antes de nada, nos gustaría hacer un estudio personalizado de su situación.
La Entidad Humana que nos estaba atendiendo sacó una tablet. La tablet tenía una aplicación. La aplicación era la cosa más tonta en la que jamás se ha gastado dinero un banco, y mira que todavía tengo en casa llaveros del osito de Caja Madrid.
La Entidad Humana seleccionaba la palabra "ingresos", se abría otra pantalla en la que ponía: ingresos de persona 1, ingresos de la persona 2. La siguiente pantalla los sumaba. Entonces pasábamos a la pantalla "gastos", que daba paso a "gastos fijos", "gastos de educación", "gastos variables"... os hacéis una idea. 
Después de 45 minutos de agonía en los que me hubiera dado tiempo a hacerle lo mismo en una hoja de excel, la aplicación, y con ella la Entidad Humana, llegaron a la conclusión de que ZaraJota y yo teníamos una capacidad de ahorro de setecientos euros al mes.
Yo acababa de cobrar una nómica mensual de 813 euros. Así que me dio la risa.
-No puede ser -le dije.
-Todo el mundo se sorprende cuando lo ve.
-Me pregunto por qué será -ZaraJota me dio una patada por debajo de la mesa. Se ve que él no se preguntaba nada. 
-¡Porque nuestra capacidad de ahorro es mucho mayor de lo que creemos! Lo que pasa es que las personas nos ajustamos a nuestro salario: cuanto más tenemos, más gastamos.
Estaba a punto de decir que qué casualidad, que con la subida de la hipoteca y la inflación había descubierto que cuanto menos tenemos menos gastamos, pero vi la pierna de ZaraJota temblar ligeramente y no me atreví. 
Que tengo las canillas muy sensibles. Así que opté por un discreto:
-Ja.
-La gente cree que no puede ahorrar, y lo que pasa es que no tiene disciplina de ahorro.
-Nosotros tenemos una cuenta de ahorro. Y una para cada niño. Y plan de pensiones.
-Uf, es que los planes de pensiones no sirven para nada.
-¿Perdón?
-Verás el palo que te van a dar cuando te jubiles y quieras cobrarlo, jajaja, es que la gente se cree que los planes de pensiones son la panacea, pero si supieran el pastón que tienen que pagar a hacienda después...
Teniendo en cuenta que el único motivo por el que tengo plan de pensiones es porque el banco me obligó a contratarlo para concedernos la hipoteca, creo que reaccioné bastante bien: solo me mordí la lengua hasta sangrar y perder la capacidad de pronunciar correctamente las fricativas durante una semana.
-El caso -dijo ZaraJota, fingiendo que no me veía convulsionar-, es que la subida de la hipoteca ha limitado considerablemente nuestra capacidad de ahorro.
Es que habla poco, pero cuando se pone habla que da gusto.
-Tenéis un tipo variable, ¿no?
-Eso es.
-Ya, es que ha  subido mucho.
-Mucho -asintió ZaraJota, creyendo en su inocencia que por fin, después de tan solo una hora de mirar la tablet como imbéciles, íbamos a abordar el tema para el que nos habían citado.
-Pero cuando estaba baja no te quejabas, ¿eh? Los dos o tres años que el tipo estaba bajo bien que los has disfrutado.
-Sí, pe-pero...
-Nada, hay que estar a las duras y a las maduras. Y ya has visto que de todas formas tienes una capacidad de ahorro considerable, ¡setecientos euros al mes!
-No estoy seguro de que eso...
-Por eso nuestra Entidad ha considera que es el momento de que penséis a largo plazo y contratéis en Los Niños Son El Futuro Dame Tu Dinero y Mira Como Huyo -vale, es posible que el plan no se llamara así. Es posible que me esté dejando llevar por el rencor. Que si me sobrara tiempo para mirar una tablet durante una hora lo dedicaría a ver La Promesa, no una aplicación diseñada por el primo tonto de alguien, no sé si me explico.
-Pero... vosotros no sois nuestro banco -atiné a decir-. Sería una cuenta nueva, una aplicación nueva... No sé si tengo el cuerpo para más aplicaciones.
-Bueno, si lo es por la aplicación, no te preocupes.
-¿Podré acceder desde la de mi banco?
-No, ¡pero la nuestra es del mismo color!
Bueno, pues ya está, hemos arreglado el capitalismo.

- - - - - - - - - - - - - -