29 septiembre 2005

Se busca

Creo que estoy enferma. Si no, a ver de qué me iba a poner a sacar la ropa de invierno precisamente hoy.
Sacar la ropa de invierno se trata de un ritual complejo y delicado que se repite cada año, y que consiste en:
-Sacar la ropa de invierno de las cajas del altillo y meterla en el armario.
-Sacar la ropa de verano del armario y meterla en las cajas del altillo.
Parece fácil, ¿a que sí?
Pues no.
La parte sencilla es sacar las cajas del altillo*. Luego la cosa está en desparramar toda la ropa por la habitación (por favor, siempre bajo la supervisión de un adulto). Pero toda toda, porque no puedes meter la de invierno en el armario sin sacar la de primavera y viceversa. El resultado de esta operación es que dejas de ver el suelo. En realidad, dejas de verlo todo: la luz deja de entrar porque hay un montón enorme de camisetas delante de la ventana. Es el caos. La radio sólo se oye como un murmullo apagado (maineimislucaa, ailif indeseconflor) , y hace rato que el mogollón de jerseis bajo el que desapareció el gato ya no se mueve...
Joder, ¿yo tenía tanta ropa?
Bien, en este momento algunas almas cándidas aprovechan para probarse la ropa, con la idea de seleccionarla. Esto es un suicidio. Probarse la ropa sólo sirve para descubrir dos cosas:
-Que todo parece haber encogido misteriosamente.
-Que la moda cambia. Y así, te encuentras un trapo fosforescente y piensas, la leche, ¿de verdad fui con esto a la cena de nochebuena? Ahora me explico por qué mi abuelo dijo, al darme el aguinaldo, "toma, para que te compres algo bonito"...
Total, que lo mejor es colocar la ropa en el armario cuanto antes... O al menos sería lo mejor si las reglas de la física no empezaran a fallar. A ver, si es la misma ropa, y el mismo espacio, ¿por qué ahora no cabe?
Tres horas después lo he conseguido... Han sido tres horas intensas. Primero han aparecido dos pares de calzoncillos, que ni siquiera son de mi talla, y que no recuerdo haber visto jamás. Luego, debajo de un abrigo, apareció el vestido que no pude ponerme para la boda porque no lo encontraba. Ya sé por qué no lo encontraba: porque no había mirado ahí. Ah, y luego me di cuenta de que me faltaba un zapato. Un zapato de tacón negro con pulserita. No puede haber ido muy lejos. Por favor, si alguien lo ve, que me escriba, su pareja le echa de menos. Yo no mucho, porque era de los que causan un dolor mortal en los pies nada más ponérselos.

En fin, que una vez concluido el ritual, la ropa de invierno en el armario, la de verano en las cajas, el gato vivo y coleando, he llegado a la misma conclusión de todos los años.
No tengo nada que ponerme.



*Cuando empecé a escribir me prometí a mí misma que nunca hablaría ni de mis compañeras, ni de mis jefes, ni de mi madre. Ahora voy a romper esa promesa.
Cada vez que había que subir o bajar algo del altillo Hermano Pequeño arriesgaba su vida haciendo de Spiderman mientras mi madre le alentaba recordándole que el falso techo podría desplomarse o que tuviera cuidado con las cucarachas antropófagas. Al final Hermano Pequeño se hartó y propuso comprar una escalera para subir al altillo, pero como el piso es pequeño y falta espacio mi madre dijo que a ver dónde la metíamos. Al final ella misma propuso la solución: en el altillo.
Por cierto, mamá, si lees esto, yo no soy yo, así que no me culpes por lo que escriba una desconocida.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encanta como has relatado con sentido del humor esa gran hazaña que es el intercambio de la ropa entre temporadas.

Fe dijo...

jajajajaja, yo a mi 41 años,,, todavía me escondo para hablar de mi madre. =D

Florencia C. Romero Gonzalo dijo...

Yo tengo todo el año la misma ropa en el armario.

Ventajas: no tengo que hacer cambio de ropa de temporada (excepto los zapatos), siempre tengo a mano toda mi ropa, si un día de invierno resulta que hace calor, no tengo que ir rebuscando una camiseta de tirantes...

Inconveniente: a duras penas me cabe toda en el armario ya... Y eso que tengo un solo armario dedicado a jerséis y chaquetas y otro que comparto en el que solo hay abrigos...